La gestión térmica es esencial para el funcionamiento fiable de las bombas de vacío de tornillo seco para productos químicos.
En una bomba demasiado fría para un proceso determinado, los vapores agresivos pueden condensarse, provocando corrosión, la dilución de los lubricantes y la hinchazón de las juntas. Este daño es grave, pero sólo puede producirse si se permite que el vapor se condense en la fase líquida.
Por el contrario, si las temperaturas de funcionamiento de la bomba son demasiado elevadas para un proceso determinado, es posible que se produzcan reacciones no deseadas como la polimerización o el autoencendido, con el añadido de las elevadas temperaturas de los cojinetes o el agarrotamiento térmico.
Los efectos mencionados pueden mitigarse ligeramente con revestimientos internos, pero nunca hay que fiarse de ello. Los revestimientos son excelentes para proteger la bomba durante el almacenamiento inicial y la puesta en marcha del sistema, pero sólo pueden sobrevivir un tiempo determinado a las temperaturas y niveles de vacío en los que las bombas pasan la mayor parte del tiempo.
La clave es garantizar que los vapores del proceso permanezcan en la fase de vapor [área verde] en la figura siguiente. Algunas estrategias para garantizar que esto ocurra incluyen el control de la temperatura/caudal del refrigerante de la bomba, el uso de purga de nitrógeno para cambiar el punto de rocío del proceso y el uso de condensadores de entrada para eliminar el vapor aguas arriba de la bomba.
Para mejorar aún más la fiabilidad en los casos en los que siempre se presentan retos en el sistema, se pueden añadir funciones adicionales al sistema de bombeo que ayuden a garantizar la fiabilidad. Un ejemplo es un sistema de lavado con disolvente para mantener el mecanismo de bombeo libre y limpio. Otra son las macetas eliminadoras (KOP) y los filtros para capturar las babosas líquidas o en polvo cuando no es posible evitarlas.